No hay sonidos si no son escuchados, no hay visiones sin ser vistas, no hay sentimientos sin ser sentidos y aun así nos aferramos a creer que hay pérdida sin haber realmente poseído nada. Un hombre que pensara que conoce la respuesta a: ¿qué es lo que quieres? estaría más lejos de responderlo que aquel que lo pregunta. El problema es desconocido para aquellos que creen conocerlo, el problema es resuelto para aquellos que saben que no conocen la respuesta. Porque pensar que: dejar ir aquello que deseamos, permitiría llegar lo que necesitamos; es desconocer que: dejar ir no es algo que podamos hacer, cuando en realidad no sostenemos nada que liberar, es una ilusión pensar que somos vasijas que contenemos algo de lo cual podemos deshacernos, no somos más que tazas rotas en el lecho de un río caudaloso, todo fluye a través de nosotros, no elegimos lo que se encuentra momentáneamente en nuestro interior, como tampoco sabemos de lo que necesitamos estar llenos, ¿cómo entonces esperar, que al dejar ir algo que no nos corresponde dejar ir, podemos vaciarnos para recibir lo que creemos necesitar? Es fácil caer en estas frases huecas, en estas banalidades y creer que profundizamos y ni siquiera nuestra barca es capaz de flotar en estas superficiales aguas de conocimiento.
No nos corresponde dejar ir nada en lo absoluto, no nos corresponde recibir o rechazar lo que llegue, no nos corresponde aspirar a recibir algo. Eso es ansiedad. Nos corresponde ver fluir la corriente del río en nuestro interior, y aceptar lo que momentáneamente nos atraviesa y verlo partir, no hay más en ello que la vida misma.
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