¿Por qué yo?. La pregunta que se hace, es la respuesta que se vive. Y sin entender que la pregunta no debe hacerse en el sentido común que los hombres la formulan, para presumir o para ser compadecidos, sino en asombro y pasmo por la fortuna que se tiene. Sí, que se tiene, ya sea porque la tierra nos ha elevado al cielo o el cielo en fuego y horror cae sobre nosotros sumergiéndonos al infierno. La vida es propósito, sino no es vida; y el propósito llega, independientemente si se espera o no, algunos lo toman por tragedia, otros por fortuna; pero, independientemente de su naturaleza, el hombre común decide presumirle en vez de contemplarlo y regocijarse en él.
Como el hombre fatuo, que busca jactarse de su piedad en los templos y; ¿qué son los templos? sino monumentos al narcisismo de Dios o de los hombres, (¿acaso no son uno?), el temperamento del hombre corriente denigra su oportunidad de estar vivo y de tener enfrente a su destino, al lamentarse o regodearse frente a otros. Buscan salida donde no la hay, creen que el fracaso es una salida y por eso insisten en fracasar.
El hombre superior comprende que no hay salida en cuanto se refiere a a los designios de lo supremo, ni lo acepta ni lo descarta, porque sabe que no es necesaria ni su aquiescencia, ni su rechazo y en el destino no se hace nada que carezca de utilidad. Aunque se quiera a veces, es demasiado tarde para querer huir y decidir fracasar. No hay manera de simular una derrota, cómo imposible es fingir una victoria. A veces la mente exige una derrota, porque la victoria perfecta generalmente exige la extinción de la mente.
Pero siempre hay guardianes que evitan poder declarar la falsedad en el triunfo y la debacle, a veces estos centinelas son creados enteramente por el amor, seres que amamos y no nos dejan caer; a veces por el más oscuro odio y venganza.
Entre la existencia y el destino, hay un espantoso lugar, del cual muchos no logran salir, como pantano lodoso que arrastra y enquista, donde es demasiado tarde para retirarse y demasiado pronto para actuar, cómo el niño que se encuentra entre el útero y el caminar, y solo le queda la contemplación.. El hombre en esta páramo estéril tiene por tarea atestiguar, atestiguar a otros enfrentar su destino y a otros ocultarse de él.
El fruto del poder es la sabiduría, pero su semilla yace en la acción.

No hay comentarios:
Publicar un comentario