Deberíamos ser capaces de comprender que estamos muertos, desde el momento mismo que nacemos, la comprensión de nuestra finitud es tan tardío, que pareciera que primero asimilamos la idea de ser eternos antes que l idea de nuestra propia temporalidad. Recientemente he meditado demasiado en mi muerte, por atroz que pueda sonar, no es pensamiento suicida ni mucho menos, no deseo morir, me aterroriza hacerlo y dejar tantas cosas interminadas, tanto por ver, por finiquitar, sin embargo el pensamiento lejos de dejarme solo miedo, me deja mucha comprensión,no hace falta ser un Buda, o alcanzar un satori, la simple conciencia, sincera, segura de la muerte propia, no como un presentimiento, no por deseo, no por miedo directo, sino como una meditación es sumamente reveladora. Te hace pensar en lo esencial, en lo puro, en lo interminado.
Nuestro problema no es la muerte, es creer que tenemos tiempo. Tiempo para amar, tiempo para disfrutar,tiempo para ser alguien y hacer lo que queramos. Que tenemos tiempo para temer, que tenemos tiempo para el orgullo. No existe tal tiempo, el tiempo que pensamos tener es solo una manifestación de nuestro ego, nuestra eterna concepción de ser protagonistas en una historia con un final glorioso. No somos nada más que el suspiro que acaba de salir de nuestra boca, eso somos y nada más, no poseemos nada más que la bocanada de aire que acabamos de tomar y es nuestra brevemente.
Morimos diariamente y no lo entendemos como un medio para vivir plenamente.
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