miércoles, 11 de diciembre de 2013

ACTITUD BAJO LA TORMENTA II

Es precisamente en los tiempos difíciles donde se mide el temple de una persona,  a la miel sobre hojuelas todos nos apuntamos, pero es en los tiempos turbulentos donde se gestan nuestros verdaderos cambios personales, aquellos que importan. No es una apología del sufrimiento, ni un manual del masoquismo, sino que soy un fiel creyente como algunos otros pocos, que creen firmemente que existe un lado positivo a estas experiencias y que en éste reside en nuestra capacidad para aprender de ellas, para cuestionarnos a nosotros mismos, para observarnos y en consecuencia superar nuestras deficiencias; sirven para recordar nuestras virtudes, para afirmar nuestra verdadera naturaleza, nuestro núcleo y forzarnos de este modo a no perder el rumbo para llegar a la cima de nuestras verdaderas metas, aquellas que parecen estar en pausa esperándonos.

Ante la zozobra hay dos caminos, hundirse bajo el abrumador peso de lo que se nos viene encima o crecerse ante el, comprendo que hay matices, como practicante de artes marciales toda mi vida, tengo inculcado el principio de que la rama que cede ante el peso de la nieve es la que se mantiene y la que se resiste se quiebra (ceder para vencer es una actitud sabia) también me resulta evidente (ahora) que lo que el proverbio significa es ceder, más no rendirse, sino adaptarse, reconsiderar y fortalecerse. Esperar, resistir, perseverar en lo positivo, dejar pasar lo negativo, agazaparse en nuestro reducto, acechando el momento adecuado para contraatacar. Es, entonces cuando ha de crecerse uno echando a volar aún más alto de lo que anteriormente volábamos. El que por el contrario, ingenuamente pone el pecho "a lo pelón" no se da cuenta de que dilata su posición, ante un enemigo concentrado y su linea se vuelve tenue además de difusa, fácilmente permeable a lo que se le viene encima, ofreciendo más superficie a los problemas para derrotarle, e invariablemente esa rama se quiebra ante el peso de la nieve.

El tema es, entender que los problemas nos achican, nos dilatan, nos menguan; es una respuesta natural ante esa clase de presión. Sin embargo, el punto es que no podemos permitirles es que nos mantengan en el piso, fríos aterrados y deprimidos. Como decía Juan Salvador Gaviota, "para volar más rápido hay que cerrar las alas", y es muy cierto, porque al ofrecer menor resistencia a los vientos de la vida nos permite pasar ligeros entre los nubarrones, menos expuestos a las caprichosas ráfagas cambiantes.

Si cuando vuelas brilla en tu rostro el cálido sol y toda está en aparente calma, desconfía, porque en el mejor de los casos, estas volando en el ojo de un huracán.

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