jueves, 19 de diciembre de 2013

FEROCIA

Una vez que tu alma ha tomado una decisión, es tiempo de apartar lejos cualquier lastimoso temor, simplemente arráncalo de tu alma, tu decisión hace indigna cualquier duda y debe destronar cualquier reserva. El modo más digno de vivir es hacerlo de tal modo que una vez que tu brújula ha apuntado en una senda, se recorra libre de cualquier remordimiento, al final de cualquier objetivo encontrarás un millar más aguardándote, hasta que el día venga en que nada más se encuentre reservado para tí en este mundo y ese será el camino que no te corresponda a tí decidir.

ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA

La verdadera victoria requiere sinceridad y actuar acorde a tus verdaderos sentimientos, no importa lo que ocurra se debe permanecer inamovible, claro y siempre en una actitud compuesta y digna, solo así serás capaz de alcanzar una verdadera victoria, una victoria perfecta en una lucha perfecta, el sentimiento que se debe cosechar se describe tal y como lo dijo Buda: "entre el cielo y la tierra solo yo soy sagrado"

miércoles, 18 de diciembre de 2013

EL VACÍO


Habitamos entre infinidad de ruidos mentales que hacen un murmullo de fondo abrumador, que vuelve la posibilidad de silenciar nuestra mente en un acto de poder sin precedente para cualquier ser humano, detener el flujo de la corriente del río de nuestros pensamientos, parecería un acto de relativa sencillez, todo como dejar de hacer, sin embargo nuestra naturaleza en el progreso de nuestra evolución nos dicta totalmente otra linea de acción, la de la acción a toda costa, la de la acción sin tapujos ni sin límites en la utilización de todos los recursos al alcance, convirtiendo nuestro actuar  en el campo de lo desconocido en un despilfarro de fuerza, para después, por experiencia en error y acierto, recopilar información y buscar economizar la energía necesaria en lo que hacemos. Esto no implica solamente una energía física, sino mental y más que nada emocional, cuando nos aventuramos a sentir por vez primera, o al menos verdaderamente sentir, lo hacemos de manera tan intensa que nos provoca una debilidad, la debilidad que surge de vaciar nuestras sensaciones, y es el vacío de sensaciones lo que nos atemoriza.

El vacío mental implica el vacío de intención; la difícil sencillez de lo natural ocurre solo de esta manera, ya que paradójicamente, no puede ser buscada de manera intencional.

Cuando la penumbra nos rodea, no podemos nunca vislumbrar una salida, inmersos en la oscuridad total, perdemos toda perspectiva, solo nos resta encender una luz. ¡Ciérrate a la dispersión! y así, aumenta tu energía. La energía es vitalidad y la vitalidad es un umbral a través del cual entra la luz.

Solo sintiéndonos importantes invadidos por el ego, podemos deprimirnos, podemos reprocharnos; solo dándonos importancia abrimos la puerta al sufrimiento.

Con perspectiva, podemos percibir que el problema o problemas que nos aquejan son solo un instrumento tocado de manera irritante en el conjunto de una gran orquesta que es nuestra vida, la pregunta obligada es: ¿porqué solo somos capaces de escuchar ese sonido en toda la sinfonía?. El verdadero poder, el verdadero reto, es escuchar la pieza en conjunto, incluyendo (claro está) el sonido que nos irrita, y quién sabe, encontrar en éste una lógica, la que implica entender que dicho sonido no carece en lo absoluto de sentido en el conjunto y quizá es lo que le da forma a nuestro ruido interior.

La vitalidad, la fuerza que emana de ella, no es nada más que la libertad de escoger un camino hacia el infinito, no importa cual sea, siempre que nos funcione, ¿como descubrir si nos funciona?, simple: siempre que la elección que tomamos determine que caminas hacia adelante, hacia arriba hacia adentro hacia el todo, tu brújula funciona. Dejemos de ver con ojos prestados, para dejar de sentir remordimientos ajenos.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

ACTITUD BAJO LA TORMENTA II

Es precisamente en los tiempos difíciles donde se mide el temple de una persona,  a la miel sobre hojuelas todos nos apuntamos, pero es en los tiempos turbulentos donde se gestan nuestros verdaderos cambios personales, aquellos que importan. No es una apología del sufrimiento, ni un manual del masoquismo, sino que soy un fiel creyente como algunos otros pocos, que creen firmemente que existe un lado positivo a estas experiencias y que en éste reside en nuestra capacidad para aprender de ellas, para cuestionarnos a nosotros mismos, para observarnos y en consecuencia superar nuestras deficiencias; sirven para recordar nuestras virtudes, para afirmar nuestra verdadera naturaleza, nuestro núcleo y forzarnos de este modo a no perder el rumbo para llegar a la cima de nuestras verdaderas metas, aquellas que parecen estar en pausa esperándonos.

Ante la zozobra hay dos caminos, hundirse bajo el abrumador peso de lo que se nos viene encima o crecerse ante el, comprendo que hay matices, como practicante de artes marciales toda mi vida, tengo inculcado el principio de que la rama que cede ante el peso de la nieve es la que se mantiene y la que se resiste se quiebra (ceder para vencer es una actitud sabia) también me resulta evidente (ahora) que lo que el proverbio significa es ceder, más no rendirse, sino adaptarse, reconsiderar y fortalecerse. Esperar, resistir, perseverar en lo positivo, dejar pasar lo negativo, agazaparse en nuestro reducto, acechando el momento adecuado para contraatacar. Es, entonces cuando ha de crecerse uno echando a volar aún más alto de lo que anteriormente volábamos. El que por el contrario, ingenuamente pone el pecho "a lo pelón" no se da cuenta de que dilata su posición, ante un enemigo concentrado y su linea se vuelve tenue además de difusa, fácilmente permeable a lo que se le viene encima, ofreciendo más superficie a los problemas para derrotarle, e invariablemente esa rama se quiebra ante el peso de la nieve.

El tema es, entender que los problemas nos achican, nos dilatan, nos menguan; es una respuesta natural ante esa clase de presión. Sin embargo, el punto es que no podemos permitirles es que nos mantengan en el piso, fríos aterrados y deprimidos. Como decía Juan Salvador Gaviota, "para volar más rápido hay que cerrar las alas", y es muy cierto, porque al ofrecer menor resistencia a los vientos de la vida nos permite pasar ligeros entre los nubarrones, menos expuestos a las caprichosas ráfagas cambiantes.

Si cuando vuelas brilla en tu rostro el cálido sol y toda está en aparente calma, desconfía, porque en el mejor de los casos, estas volando en el ojo de un huracán.