martes, 22 de noviembre de 2016

ÁMEN

Te alabaré como un perro, y aceptaré tu credo de mentiras, te confesaré mis pecados y podrás preparar mi holocausto, concédeme tu muerte inmortal desde el púlpito de miseria, oigo la voz apagada, que en sermón dionisíaco, grita a a los oídos enfermos, abajo las coronas y las plumas, cuando el el rito comienza, no hay inocencia más dulce que nuestro sutil pecado; en la demencia y polvo de nuestra triste existencia terrenal, solo cuando somos humanos, solo cuando somos impíos, solo entonces somos puros. Esta diosa que conoce la desaprobación de todo hombre, debí haberla conocido antes, debí conocerla mil vidas antes, alabarla en diez mil templos, si fuera cierto que el cielo alguna vez nos hablara, ella sería para mi la verdadera profeta, debí beber su veneno cada mañana, profesar su religión que no ofrece perdón, probar solo sus labios aceptar que solo ellos representan absolución, tener fe en que al único cielo que puedo ser enviado es a su piel.

1 comentario:

moria dijo...

Me provocó una sonrisa.