Todo tiene su origen en el vacío, permanece por un periodo de tiempo y luego vuelve de donde proviene, nada es permanente, todo lo que vemos y nombramos es inexistente; disfrazamos a la nada con forma y sonido.
Tu y yo, despojados de nombre y alma, somos lo mismo, una substancia, la misma substancia de todo, la substancia es el vacío, porque nadie está ahí para nombrarla, la substancia lo es todo y nada. Ni los lejanos astros, ni la carne de otro mundo, es distinta en substancia a lo que cubre el cadáver que tu alma se empeña en arrastrar de un lugar a otro. Nada permanece, nada te pertenece, todo está en constante cambio, el origen de todo sufrimiento proviene del engaño de creer real y permanente aquello que de la nada surge y a la nada vuelve.
Solo el amor que sientes es el amor que puede de ti ser arrancado, es una mentira que vale la pena creer, y solo es real cuando entiendes que no existe y aun así estas dispuesto a aferrarte a él.
Porque cuando saltas al vacío el vacío ha dejado de tener a que aferrarse, y cae. Tú, viajero errante, que buscas un lugar quieto donde apaciguar tu alma, te aferras a una ilusión, porque aunque ese lugar existiere, la calma fuera fértil, y la paz creciera ahí, terminarías por entender que no hay viajero, no hay viaje y tu alma no es tuya para ser apaciguada.
Accedes a conformarte con ilusiones cuando tú mismo eres ilusión. ¿Cómo piensas tú, pues, trascender?
"El mundo no te retiene: tú mismo eres el mundo,
que tan duramente en ti,
te tiene contigo prisionero."