miércoles, 19 de diciembre de 2018

EL UNIVERSO EN UNA CAJA DE MADERA

Verlo caminar con una pequeña caja de madera que contenían las cenizas de su esperanza, de su anhelo, de la luz de sus días. Es curioso como la física puede ser desafiada por el dolor, un pequeño recipiente que contiene todas esas noches de desvelo, lagos de lágrimas, alegrías interminables, dulces risas, remordimientos y angustias reta a la imaginación misma. El deseo de abrazar ese delgado polvo negro, de morir y ser quemado con las mismas llamas, para que sus amadas cenizas se puedan mezclar, para cuidar sus sueños y poder escuchar su aliento mientras duerme, como en tantas noches los padres suelen hacerlo.

Las lágrimas no corrieron por sus ojos, hay dolores que no permiten el llanto. Las lágrimas deshonrarían este tipo de sufrimiento. ¿como se llora lo que carece de todo sentido, de toda dimensión o forma.? ¿ cómo se llora cuando uno mismo es el cadáver?

Años hará ya desde que crucé una conversación más allá de lo casual con él, no puedo decir que nos unía una amistad, en realidad es extraño que esta empatía surja en mí, sin embargo héme ahí, sollozando y enfrentando mis propios demonios, reflejados en piel opaca, en mente ajena, un hombre de Dios, traicionado por Dios, dejado en las manos de la desesperación y muerte, te hace temer a la fe, con esa tendencia de ser esta nueva especie de Job.

No cabe mi cinismo en esto, la vida en veces es demasiado cínica y cruel como para tratar de entrometerse con ello. Dejar a la vida ser la vida con alguien más, te paraliza, te hace acobardarte y seguir tu camino, como quien presencia un crimen artero y prefiere no entrometerse, amedrentado, temeroso ante la mirada cruel del destino, que sin decirte nada te asegura: no te metas, o el que sigue podrías ser tú.


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