Hay
suficiente traición y odio, violencia, necedad en el ser humano corriente como
para abastecer cualquier ejercito o cualquier jornada. Y los mejores asesinos
son aquellos que predican en su contra.
Y los que mejor odian, son aquellos que
predican amor. Y los que mejor luchan en la guerra son -al final- aquellos que predican
paz. Aquellos que hablan de Dios, necesitan a Dios. Aquellos que predican paz, no
tienen paz. Aquellos que predican amor, no tienen amor.
Cuidado
con los predicadores, cuidado con los que saben. Cuidado con aquellos que están
siempre leyendo libros. Cuidado con aquellos que detestan, la pobreza o están
orgullosos de ella. Cuidado con aquellos de alabanza rápida, pues necesitan que
se les alabe a cambio.
Cuidado
con aquellos que censuran con rapidez: tienen miedo de lo que no conocen. Cuidado
con aquellos que buscan constantes multitudes; pues solos no son nada .
Cuidado
con el hombre común, con la mujer común. Cuidado con su amor. Su amor es común,
busca lo corriente.
Pero
son unos genios al odiar son lo suficientemente geniales al odiar como para
matarte, como para matar a cualquiera. Al no querer la soledad, al no entender
la soledad, intentarán destruir cualquier cosa que difiera de lo suyo.
Al
no ser capaces de crear arte, no entenderán el arte.
Considerarán
su fracaso como creadores sólo como un fracaso del mundo.
Al
no ser capaces de amar plenamente, creerán que tu amor es incompleto y entonces
te odiarán.
Y su
odio será perfecto como un diamante resplandeciente, como una navaja, como una
montaña, como un tigre, como cicuta; Su mejor arte.
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