
En una habitación oscura el que se sabe ciego corre menos riesgo de caer, cuanta estulticia se define en nuestros tiempos por creerse sapiente, en una generación de peritos, de cultos y experimentados, la era de la información se desdibuja ante la falta de interés de quienes viven en ella. Una éra donde queda más que evidenciado que el enemigo de la sabiduría no es la ignorancia, sino la falsa creencia de saber. ¿Cuantos docentes educan la nueva tierra plana de nuestra generación? En la generación de la tolerancia, de los derechos humanos, de la ecología, del nuevo orden, solo se dejan conocer estos neo-inquisidores, donde miles marchan en contra del reconocimiento de sus semejantes y es aquí y ahora donde crecen los nuevos paradigmas, cuando se supone que estamos derribando columnas de ignorancia, (porque hay que decirlo también) de ambos lados de la barda hay intolerancia, unos son llamados sub-humanos o errores por querer amarse, otros son llamados ignorantes e hipócritas por tener fe. los demás tibios por no tomar partido. No sé mucho del amor, de la fe, o de la neutralidad, pero si lo suficiente para saber que no deberían ser armas para crucificar semejantes. ¿No es acaso el mensaje de toda religión que la vida muy corta y el cuerpo un vehículo para la trascendencia, como para batirse por el control de cómo los demás deben vivir aquella o hacer con éste? La vida es lucha, los ideales querella, lo comprendo, lo admito; pero hemos llegado al absurdo en pelear por pelear y en un mundo de egoísmo, ahora resulta que pugnan por uniformar la individualidad bajo normas y cánones que nos enorgullecíamos de haber derribado.
Han disfrazado a Dios con un manto oscuro, que oscurece mentes e impone ignorancia, este nuevo ídolo de estulticia que han elaborado del más bajo barro y que lo adoran como verdad suprema tiene secuestrado cualquier tipo de mensaje de fe. ¿Cual fe impone reglas sobre la igualdad? ¿acaso somos aun tan estúpidos como hace siete siglos? el problema a mis ojos es que no, no somos tan estúpidos como hace siete siglos, hace siete siglos el hombre se sabía ignorante y depositaba en la fe su única esperanza de vivir y morir, hoy nos creemos poseedores de cierto grado de conocimiento y aun así decidimos ceder nuestra mente a la fé, rendir nuestro pensamiento y nuestra lucidez ante un dogma equivocado, dañino y lacerante. No somos tán estúpidos, hemos logrado evolucionar la estupidez a un grado superlativo, aparejada con el gran conocimiento, aparejada con nuestro "avance". Es el hábito que cubre las espaldas de estos nuevos sacerdotes de esta nueva religión, la religión de renunciar a pensar, donde las súplicas son pereza y comodidad, obsecuentes al error ajeno, son feligreses dispuestos a renunciar a toda lógica por la de los demás y se uniforman vestidos del color del deseo ajeno, estos mansos ante la presión del rebaño nos son ya nada más que vanas sombras en una era de la luz, han renunciado a si mismos limitando su creencia a la creencia de los demás.
Hoy me lamento de creer que se había
avanzado un poco más.