viernes, 2 de mayo de 2014

LAVAR SANGRE CON SANGRE

Así como "el pez nada en el agua sin pensar en el agua, y el ave vuela en el viento sin conocer al viento", tampoco la verdadera vida del Zen necesita "levantar olas cuando no sopla viento", o introducir la religión o la espiritualidad como algo que está por encima de la vida misma. Por eso, con frecuencia se dice que aferrarse a sí mismo es como tener una espina clavada en la piel, y que el Budismo es una espina para extraer la primera. Una vez sacada, ambas espinas se tiran. Pero si el Budismo, la filosofía o la religión se convierten en otro modo de aferrarse a sí mismo mediante la búsqueda de una seguridad espiritual, las dos espinas se convierten en una, y entonces ¿cómo se las va a extraer? Como decía Bankei, esto es "lavar sangre con sangre". Por tanto en el Zen no hay yo ni Buddha al que uno pueda aferrarse, ni bien que ganar ni mal que evitar, ni pensamientos que desarraigar, ni mente que purificar ni cuerpo que perecer ni alma que salvar. De un solo golpe todo el andamiaje de abstracciones es reducido a polvo. Como dice el Zenrin:

Para salvar la vida hay que destruirla.
Cuando está totalmente destruida, por primera vez quedamos en paz.

Una palabra establece el cielo y la tierra, una espada nivela el mundo entero.

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