
Alejarnos del dolor, es la prioridad de la modernidad, lo hacemos cada vez que tomamos un analgésico, cada vez que nos bloqueamos con licor o drogas, tememos tanto al dolor, que evadiendolo somos capaces de evadir el mundo entero, todo auquello que no represente placer es el nuevo pecado para la fé moderna, actuamos como si pudieramos huir del dolor para siempre, como si los tragos amargos de la vida fueran una excepción extraordinaria a nuestra existencia, como si no lo merecieramos, como una mancha al papel protagónico que desempeñamos en el drama de la vida y lo más lamentable de todo es que toda nuestra inteligencia y toda nuestra evolución no nos libra de cometer el más grande pecado para el intelecto humano, preguntar: -¿porque a mi?- ¿porque Dios envía todo este mal sobre mis hombros?- en lo personal desprecio tanto esas dudas a las que acudimos en tantas ocasiones, y las desprecio porque si bien no dudaría de la existencia de un Dios que caprichosamente enviara "males" a los hombres por mera diversión, si desconfiaría de un Dios que pusiera a un ser humano en tan alto concepto como para evitarle calamidades por temor a su reproche
"Déjame mi dolor, que alimenta mi pensamiento y fortalece mi alma."
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